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17 de septiembre, 2020

¿A qué se debe que las relaciones entre Estados Unidos y Rusia sean tan difíciles?

Russian President Vladimir Putin chairs a meeting at Vnukovo II government airport outside Moscow, Russia March 1, 2020. Sputnik/Alexei Druzhinin/Kremlin via REUTERS ATTENTION EDITORS - THIS IMAGE WAS PROVIDED BY A THIRD PARTY.

Información básica

Las relaciones entre Estados Unidos y Rusia han llegado a su nivel más bajo desde 1985. La injerencia de Moscú en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016 y sus aparentes intentos persistentes de afectación de la campaña electoral de 2020 han hecho de Rusia uno de los temas tóxicos del debate nacional, alcanzando niveles que no había logrado desde la década de 1950. La anexión de Crimea y el inicio del conflicto bélico que aún se libra en el sudeste de Ucrania, más su apoyo a Nicolás Maduro en Venezuela y a la brutal guerra civil de Bashar al-Assad en Siria, han exacerbado las tensiones con Estados Unidos. Aunque el presidente Trump asumió el cargo resuelto a mejorar los lazos con Moscú, el resto del Poder Ejecutivo y el Congreso de su país han procurado políticas duras respecto de Rusia al imponerle diversas sanciones y expulsar a sus diplomáticos. La Estrategia Nacional de Seguridad de Estados Unidos indica que Rusia y China son las dos principales amenazas para la seguridad del país. Si bien en sus mejores momentos los vínculos ruso-estadounidenses representan una combinación de cooperación y competencia, en la actualidad son mayormente contenciosos.

No obstante, dada su calidad de superpotencias nucleares, Rusia y Estados Unidos tienen la singular responsabilidad de mantener la paz y desalentar la proliferación internacional de armas nucleares, biológicas y químicas. Existen además desafíos en todo el mundo que exigen que ambos países cooperen entre sí, tales como el terrorismo, el cambio climático, la administración del Ártico y la pandemia de COVID-19. El reto es lograr un equilibrio aceptable entre la cooperación y la competencia, así como compartimentar la relación de modos más efectivos que los utilizados en la actualidad.

  • Las relaciones entre Estados Unidos y Rusia han alcanzado su nivel más bajo desde 1985.
  • Durante el gobierno de Putin Rusia se ha transformado en un estado centralizado y autoritario, además de volver a ocupar su puesto como actor internacional, por lo que compite con Estados Unidos a fin de lograr mayor influencia.
  • Los desafíos mundiales de la actualidad exigen que Rusia y Estados Unidos logren el equilibrio correcto entre cooperación y competencia.
 

Análisis detallado

¿Cómo llegamos a la situación actual?

Tras el colapso de la U.R.S.S. muchos en Estados Unidos supusieron que una vez que los rusos se hubieran librado de las cadenas del comunismo soviético optarían por sumarse a occidente y parecerse más a los estadounidenses o a los europeos. Washington envió asesores políticos y económicos para que colaborasen con funcionarios y con emprendedores del incipiente sector privado ruso con el objeto de promover la democracia y los mercados. Sin embargo, resultó que los siglos de historia rusa y soviética habían generado un entendimiento específico y especial del lugar que debía ocupar Rusia en el mundo y del tipo de gobierno que debería tener.  La década de 1990, durante la cual la sociedad rusa fue más pluralista que en la actualidad, se recuerda como una época de caos en la que solo unos pocos se enriquecían y muchos empobrecían, y como un periodo de “humillación” para el país, al tener que aceptar una agenda mayormente dictada por Estados Unidos. En este entorno se incluye el derecho de Rusia a contar con una esfera de influencia en los exestados soviéticos, lo que implica que no debería aspirar a incorporarse a la OTAN ni a la Unión Europea. Actualmente Moscú no define su perímetro de seguridad dentro de las fronteras de la Federación de Rusia, sino dentro de las de la antigua Unión Soviética, y exige que Estados Unidos y Europa lo reconozcan. Hasta el momento Washington se ha negado a aceptar esa premisa e insiste en el derecho que tienen los vecinos de Rusia de elegir la orientación de su política exterior.

Durante el gobierno de Putin Rusia se ha transformado en un estado centralizado y autoritario, además de volver a ocupar su puesto como actor internacional, por lo que compite con Estados Unidos a fin de lograr mayor influencia. Aunque no es tan fuerte como Estados Unidos en el aspecto económico y militar, tiene la posibilidad de intervenir mundialmente y de coartar los intereses estadounidenses. Washington y Moscú tienen ideas fundamentalmente diferentes de lo que debería ser una relación productiva.

En la historia reciente se registran dos momentos en los que la cooperación ruso-estadounidense ha funcionado bien: la época inmediatamente posterior a los atentados del 11 de septiembre de 2001, cuando Moscú ayudó a Washington durante la primera etapa de la guerra en Afganistán al proporcionarle información que había recabado durante sus más de diez años de acciones bélicas en dicho país de Oriente Medio, y el periodo 2008-2012 en el que se produjo un “reajuste” entre los presidentes Barack Obama y Dmitry Medvedev y ambas naciones cooperaron en asuntos relativos al control de armas y Afganistán e Irán, entre varios otros.

Las relaciones comenzaron a deteriorarse cuando Putin regresó al Kremlin en 2012, convencido de que los manifestantes que protestaron su regreso al poder habían sido promovidos por Hillary Clinton. Al año siguiente Putin le confirió asilo político a Edward Snowden, el contrariado empleado contratista de la Agencia Nacional de Seguridad que robó millones de documentos clasificados y huyó a Rusia vía Hong Kong. Putin rechazó las solicitudes de extradición presentadas por el presidente Obama, tras lo cual el premier estadounidense canceló la cumbre que se había programado con su homólogo ruso.

Los actos de Rusia en 2014 asestaron otro fuerte golpe a la relación. Tras meses de protestas populares Viktor Yanukovych, presidente de Ucrania y partidario de Moscú, huyó a Rusia. Fue reemplazado por un gobierno favorable a occidente. Poco tiempo después las tropas rusas avanzaron a fin de ocupar y anexar la península de Crimea, que había sido parte de Ucrania desde 1954, lo que infringió los términos del Memorando de Budapest por el cual Rusia, Estados Unidos el Reino Unido y Ucrania se habían comprometido a respetar la integridad territorial de este último país. En los meses siguientes separatistas apoyados por Moscú y efectivos militares rusos sin insignia alguna avanzaron hasta ocupar parte de la región de Donbas en el sur del país y deponer a las autoridades locales legítimas. Desde la primavera septentrional de 2014 Rusia y Ucrania han estado librando una guerra en Donbas que ya ha cobrado 14.000 vidas. Como respuesta a esta vulneración de la soberanía Estados Unidos impuso sanciones dirigidas a ciudadanos rusos cercanos a Putin y a limitar el acceso de Rusia a los mercados financieros.

El ingreso de Rusia a la guerra civil siria en 2015 con el objeto de respaldar a Bashar al-Assad fue otra de las causas de las tensiones con Estados Unidos, que apoyaba a grupos opositores a Assad. Desde ese entonces Washington y Moscú han tenido que suprimir los conflictos en sus operaciones aéreas en Siria a fin de evitar colisiones imprevistas. Tras el retiro parcial de Estados Unidos del territorio sirio las tropas rusas ocuparon las antiguas bases estadounidenses y prestaron apoyo al brutal ataque de Assad a la provincia de Idlib, hecho que generó un millón de refugiados.

La interferencia cibernética rusa en las elecciones estadounidenses de 2016 fue el golpe decisivo. Conforme se detalla en el informe de 2019 elaborado por Robert Mueller, una “fábrica de troles” de San Petersburgo trabajaba las 24 horas con el propósito de utilizar las redes sociales para exacerbar la polarización política de la sociedad estadounidense, sembrar dudas en ella en cuanto a la legitimidad de su propia democracia y favorecer a Donald Trump por sobre Hillary Clinton. Asimismo, Rusia intentó acceder a máquinas de votación en algunos estados, lo que aumenta las posibilidades de que su objetivo fuera modificar los resultados de futuras elecciones. La injerencia electoral mediante las redes sociales ha continuado en el ciclo comicial de 2020.

¿Cuáles son los temas más apremiantes que deberá abordar el próximo gobierno?

El tema más apremiante es el destino del nuevo Tratado START en materia de armas estratégicas ofensivas, que quedará sin efecto el 5 de febrero de 2021. Se trata de la última versión del Tratado SALT (Conversaciones sobre la Limitación de las Armas Estratégicas) firmado por el presidente Richard Nixon en Moscú en 1972. Durante 50 años estos tratados han fijado límites a la cantidad de ojivas nucleares y vehículos de entrega que puede tener cada parte, además de permitir las verificaciones in situ a fin de asegurar el cumplimiento de sus disposiciones. El nuevo START podría prorrogarse otros cinco años sin sufrir modificaciones mientas las dos partes negocian los términos que debería incluir un futuro tratado que tenga en cuenta la modernización de las armas nucleares y el aumento de las capacidades cibernéticas. El gobierno de Trump ha insistido en que todo nuevo tratado debe incluir el arsenal nuclear de China, aunque Beijín ha presentado sus objeciones al respecto al alegar que dicho arsenal es mucho más pequeño que el de EE.UU. o el de Rusia: en su conjunto, estos dos países poseen el 90% del armamento nuclear mundial.  Estados Unidos y Rusia se han retirado del Tratado sobre las Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio de 1987, por lo que el único elemento que queda en la estructura del control armamentístico es el nuevo START: si no se lo prorrogara en 2021 no quedaría restricción alguna para los arsenales de esos dos países, lo que se traduciría en graves consecuencias en materia de proliferación de armas nucleares y de una costosa carrera armamentista a futuro.

La resolución del conflicto en Ucrania sigue siendo algo muy difícil. Aunque Estados Unidos no es parte del Cuarteto de Normandía (Alemania, Francia, Rusia y Ucrania) cuyo objetivo es poner fin a la guerra, tiene una importante función que cumplir en el apoyo a Ucrania y en las negociaciones por la paz. Es preciso que vuelva a desempeñar un papel más activo.

La relación entre China y Rusia, cada vez más estrecha, representa un reto constante para Estados Unidos. Si bien es muy poco lo que puede hacer Washington para alejar a Moscú de Beijín, no debería procurar políticas que los aúnen incluso más, como una guerra comercial con China y un conjunto de sanciones contra Rusia.

Aunque las sanciones en contra de Rusia han tenido una repercusión negativa en su economía, no la han llevado a moderar sus acciones en Ucrania ni a reducir su interferencia cibernética dentro del territorio estadounidense. Cabe agregar que si bien las sanciones (como las relativas al gasoducto Nord Stream 2 que va desde Rusia a Alemania) han afectado adversamente a los aliados de Estados Unidos, solamente han logrado una incidencia limitada respecto de Rusia en sí. El gasoducto se encuentra demorado, pero su conclusión es casi segura. Las sanciones impuestas por el Congreso constituyen un contundente instrumento punitivo con pocos incentivos para que Rusia reconsidere sus políticas. Debe reexaminárselas en cuanto a su efectividad como elementos de afectación de la conducta rusa.

Es posible que la pandemia causada por la COVID-19 represente una oportunidad para que Estados Unidos reanude su cooperación con Rusia a fin de luchar contra la enfermedad. No obstante, el desarrollo de una relación más productiva entre los dos países seguirá siendo siempre un gran reto para Estados Unidos. Washington y Moscú no comparten la misma interpretación de los factores que impulsan la política mundial. Rusia procura la creación de un mundo “post occidental” en el que Estados Unidos sea una de varias grandes potencias, desprovista de la capacidad de dominar la escena internacional. Aspira a que Estados Unidos reconozca el derecho ruso a contar con una esfera de influencia. Desde la caída de la Unión Soviética a la fecha no ha habido ningún gobierno estadounidense que haya estado dispuesto a aceptar esa premisa.